El Congreso aprobó a finales de agosto la nueva reforma del sistema de cotizaciones para los autónomos con vistas puestas a los próximos tres años. Uno de los cambios será la disminución del importe de las cuotas más bajas y el incremento de las más altas, algo que ayudará definitivamente a los autónomos con bajos ingresos. Pese a ello, siguen siendo algo dispares las cotizaciones, ya que un autónomo que gane 670€ mensuales tendrá que pagar 200€ (prácticamente un tercio de sus ingresos). Por otro lado el que gane más de 6.000€, la cuota más alta, pagará 590€ (algo inferior al 10% de sus ingresos).
También subirá la cuota para los “novatos”, que ahora ascenderá a 80€ durante el primer año, prorrogable a un segundo. Otra de las novedades es la posibilidad de desgravar un 7% por gastos genéricos (3% para autónomos societarios). Es decir, que para calcular los rendimientos netos (lo que determinará la base de cotización) habrá que restar a los ingresos los gastos necesarios para la obtención de esa entrada de dinero. De esa cantidad se podrá deducir el mencionado 7% adicional que aliviará un poco más las cuentas de los trabajadores por cuenta propia.
Los nuevos tramos parece que darán un respiro, pero seguirán siendo muy altos para los que menos ingresan. Además la subida de tipos de interés les impedirá pedir préstamos cómodamente como se hacía hasta hace unos meses para hacer frente a los diferentes gastos a los que se enfrenta una empresa.
Además, muchos autónomos adolecen de un problema generalizado, que es mezclar las cuentas familiares o personales con las del trabajo. Cuando esto sucede, los problemas se multiplican, ya que echar mano del dinero familiar o el del trabajo para pagar gastos de la otra parte, nunca sale bien. Para evitarlo, los autónomos deberían de tener un plan tanto familiar como empresarial, bien detallado y especificado para separar gastos, ingresos y objetivos. De esta manera será mucho más fácil organizarse y no poner en peligro tanto a la familia como al trabajo por hacer estas acciones.
Otro problema que tienen muchos de ellos es el de no cotizar la base máxima de lo que pueden e intentar siempre dejarla en el mínimo. Esto les beneficia en tanto que tienen más liquidez a corto plazo, pero en el largo plazo, pensando especialmente en su pensión, les perjudicará enormemente. Esto se debe a que no habrán cotizado lo suficiente para tener una pensión cercana a lo que ingresaban durante sus años de trabajo, por lo que tendrán que haber ahorrado para poder vivir sin sobresaltos durante la jubilación.
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